La obesidad debe analizarse en un contexto global

Ignacio Fernández Vidaurreta

Abstract

La revista The Lancet publicó en 2011 y 2015 una serie de estudios sobre la obesidad, en los que se destacaba el conocimiento científico sobre el origen, la carga económica y sanitaria, la necesidad de enfoques sistémicos y las consecuencias de la situación actual. En 2015 se llegó a la conclusión de que se había avanzado poco, más allá de reconocer que existía un problema mundial. La obesidad es todavía considerada por algunos como una responsabilidad individual, que resulta de decisiones y motivaciones equivocadas, pero este punto de vista no es aceptable. La obesidad es a menudo una patología crónica y progresiva, que provoca una salud deficiente, un estigma social injustificado y un aumento de la mortalidad.

En el análisis de la carga global de enfermedad de 2017, el índice de masa corporal (IMC) aumentó en un 36,7% entre 2007 y 2017, y en un 127% entre 1990 y 2017, uno de los mayores incrementos entre los factores de riesgo evaluados. El IMC elevado supuso 4,7 millones de muertes y 148 millones de años de vida ajustados por discapacidad (AVAD o DALY) en todo el mundo en 2107, siendo el cuarto factor de riesgo de mortalidad. Además, se prevé un aumento de la prevalencia en casi todos los países.

El informe de la Comisión Lancet comenzó como un estudio sobre la obesidad y cambió de dirección durante los tres años de trabajo, para situar la obesidad en un contexto mucho más amplio, junto con la desnutrición y el cambio climático. Una sindemia es la “presencia de dos o más estados de enfermedad que interactúan de manera adversa entre sí, afectando negativamente el curso mutuo de cada trayectoria de la enfermedad, aumentando la vulnerabilidad, y que se vuelven más perjudiciales por las desigualdades experimentadas”. La Comisión examina los factores subyacentes provocados por el hombre y los circuitos de retroalimentación existentes, que conducen, tanto a la malnutrición en todas sus formas (obesidad, desnutrición y deficiencia de nutrientes), como al cambio climático.

Los debates sobre el cambio climático y el calentamiento global están empezando a tener en cuenta los efectos sobre la salud, incluida la inseguridad alimentaria, pero el ritmo de crecimiento de la población y las cifras emergentes sobre el efecto invernadero no son muy alentadoras. La revisión sobre salud y cambio climático de la revista The Lancet 2018 concluye que “tomados en su conjunto, los indicadores y los datos presentados son motivo de gran preocupación con el ritmo de cambio climático superando a la rapidez de respuesta”

Por lo tanto, para abordar el problema de la globalización mundial es primordial un replanteamiento de la forma en que comemos, vivimos, consumimos y nos movemos. Los sistemas alimentarios, las ciudades, el transporte y las instalaciones recreativas deben ser diseñados teniendo en cuenta su integración con el entorno, su impacto sobre la salud y el bienestar de la población y el planeta. Los países de ingresos medios y bajos deben ser protegidos de la explotación y depredación por parte de la industria alimentaria, y apoyados para lograr un crecimiento económico y desarrollo sostenible y responsable.

Según las actuales tendencias de desarrollo económico, el crecimiento de la población y el suministro de alimentos, se estima que para 2050 la demanda global de alimentos y productos de origen animal se incrementarán en un 50 y un 70% respectivamente, con más efectos devastadores sobre la deforestación, la extinción de especies y la aceleración del cambio climático. Estas predicciones afectarán sobre todo a los países más pobres y dentro de estos países, a las personas con menos recursos, de manera desproporcionada.

El informe de la Comisión aboga por un cambio radical hacia un modelo industrial de negocio sostenible y favorable a la salud, que se ajuste a los retos futuros a los que nos enfrentamos. Se apuesta también por un convenio marco para el control del tabaco, para mejorar y supervisar la aplicación de las políticas alimentarias nacionales y facilitar una respuesta política multidisciplinar, que vaya más allá de la influencia de las empresas multinacionales.

Nuestra generación tiene el conocimiento, la evidencia y la oportunidad de actuar y cambiar el camino, para mejorar la salud del ser humano y de nuestro planeta. Este informe es un punto de partida para que esto ocurra.

 

Publicado
03-04-2019