Priorizar la salud en el cambio climático

María Agud Fernández

Abstract

Como médicos, trabajamos en hospitales con temperatura controlada y sistemas de salud aparentemente indestructibles y puede ser fácil perder de vista el caos medioambiental que tiene lugar fuera. La realidad es que los altos niveles de gases con efecto invernadero procedentes de los combustibles fósiles, el aumento de la temperatura y del nivel del mar secundarios y la intensificación del clima extremo, están teniendo ya profundas consecuencias para la salud y los sistemas sanitarios. Tocan cada sistema sanitario, interrumpiendo suministros, daños en infraestructuras (p.e. inundaciones), además de los efectos directos en la salud, algunos más evidentes como los golpes de calor o deshidratación por exposición a altas temperaturas, pero también otros que lo son menos, como las exacerbaciones de alergias y asma o el aumento del rango de actividad de insectos vectores de enfermedades. Las consecuencias son peores para los pacientes más vulnerables (pobres, jóvenes y ancianos). Además, debemos ser conscientes de la fragilidad de nuestros sistemas sanitarios y de la propia enorme huella de carbono de los mismos. Ni la gravedad ni la enormidad del cambio climático, ni la desafortunada politización de esta emergencia sanitaria debe hacernos evitar la acción. En el pasado los médicos “se han deshecho de sus batas blancas” con éxito, para participar en el combate donde se toman las decisiones y se actúa. El tiempo para percibir los resultados más catastróficos del cambio climático no supera la década. Como comunidad médica tenemos la responsabilidad y la oportunidad de movilizar acciones urgentes a gran escala para proteger la salud.

Publicado
08-10-2019